viernes, 15 de febrero de 2013

Yesterday...

 Así es como empieza uno de los temas más famosos de la famosa banda inglesa.
Hoy he recibido la noticia de la perdida de un ser muy querido en mi familia, y me ha llevado a pensar en el ayer... Cuando todo era bonito y perfecto. Cuando no habían preocupaciones y alcanzábamos la felicidad rápidamente con cualquier cosa. Sin embargo, como todo en la vida, nada es para siempre, incluyendo las personas.

 Todo esto me ha hecho pensar en lo que en realidad somos... o, mejor dicho, lo que no somos. Porque si nos ponemos a pensar somos igual de vulnerables que cualquier cosa que compone este mundo. Vemos como los árboles se secan, como mueren nuestros animales y los sustituimos por otros, como ciertos objetos dejan de sernos útiles porque se han hecho viejos y no cumplen su función como deberían... ¿Y nosotros? ¿Somos distinto a todo ello?

 Es un hecho que los seres humanos tendemos a no hablar sobre la muerte, ya sea por miedo o por respeto, o tal vez sea porque la sociedad ha hecho que sea el mayor tema tabú que existe. La cuestión es que todo tiene un principio y un final. Al igual que las cosas se crean, también se destruyen... es un hecho. No pretendo profundizar sobre la muerte porque hasta yo mismo reconozco que es un tema deprimente, pero, ¿nos hemos parado a pensar alguna vez en lo que somos y valemos? Uno de los grandes fallos del ser humano es que no es capaz de valorar quién es y qué es lo que le rodea hasta que lo ha perdido. Esto se puede transportar a otros temas como la amistad y el amor, pero aún más importante es el hecho de valorar las cosas como son, sin esperar al mañana. Suena bien, sí, pero cumplirlo y aplicarlo es tarea distinta. No imaginamos otra realidad que la que vemos. No somos capaces de ver más allá de lo que conocemos. Por lo tanto, ¿cómo puedo pensar en mi propia muerte o en la de un ser querido? Nos limitamos a dejar el tiempo pasar y en esperar que las cosas pasen porque sí. Sin embargo, no nos damos cuenta que tan real como es la vida, también es la pérdida de la misma.

 Por todo lo anterior, vuelvo a la palabra "ayer". Que bonita palabra... sobre todo porque la solemos relacionar con tiempos felices e infinitos. Pero nada es para siempre. Crecemos y la vida pasa, sin esperar a lo que hagamos o dejemos de hacer. Da rabia, mucha rabia, pero es lo que hay. Tan importante como aprender a leer o a escribir debería ser el saber valorar las cosas, lo cual también incluye a uno mismo. Valorar lo que tenemos en el presente, eso es lo que hay que hacer, porque el futuro puede arrebatárnoslo algún día. Y que no nos quepa duda que lo hará...


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